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In memoriam Juan Modolell



    El pasado 28 de febrero, a la edad de 85 años, fallecía Juan Modolell, Profesor de investigación ad honorem del CSIC en el Centro de Biología Molecular Severo Ochoa y uno de los grandes biólogos del desarrollo de nuestro país. Licenciado en Ciencias Biológicas y Químicas y Doctor en Bioquímica, comenzó su carrera investigadora estudiando la síntesis de proteínas y los mecanismos de acción de los antibióticos. Pero, estando ya asentado en España y gozando de prestigio en ese campo, buscó nuevos retos científicos y tomó la valiente decisión de cambiar su tema de trabajo y dedicarse a la biología del desarrollo. 
    Fue pionero en la aplicación de las entonces incipientes técnicas de biología molecular para abordar problemas del desarrollo, realizando importantísimas aportaciones en el campo de la genética molecular de Drosophila. Entre ellas destacan el clonaje y caracterización funcional de los genes proneurales del complejo achaete-scute, la identificación y caracterización de otros genes implicados en el desarrollo del sistema nervioso y órganos sensoriales, así como la descripción de mecanismos generales de regulación génica implicados en los procesos de formación de patrones y morfogénesis. En toda su investigación mostró las cualidades de un gran científico: trabajar con rigor y meticulosidad, abordar problemas de profunda relevancia e intentar desentrañar los mecanismos moleculares implicados en los procesos biológicos. 

    La innegable importancia de su trabajo queda reflejada en publicaciones de referencia (“poco y bueno” como él decía) y los numerosos premios que recibió, entre los que destacan el Premio Rey Jaime I de investigación Científica y el Premio Nacional de Investigación Santiago Ramón y Cajal. También hay que resaltar su labor como mentor de muchos investigadores e investigadoras que, tras formarse con él, han seguido su estela y su manera rigurosa de hacer ciencia de calidad. Además, tenía varias aficiones extra-científicas (su pasión por las mariposas, la fotografía, la astronomía) que perseguía con entusiasmo y dedicación. 

    Juan era miembro de la Sociedad Española de Biología del Desarrollo y desde la SEBD queremos rendirle un sentido homenaje. Aunque ya se han publicado algunos artículos glosando su vida y trayectoria científica (recomendamos especialmente el obituario de la Revista de la Sociedad Española de Bioquímica y Biología Molecular y el artículo del periódico El País) hemos creído oportuno dar voz a investigadores e investigadoras que trabajaron con él, para conocer sus opiniones sobre Juan como científico y como persona, y que nos cuenten cómo les influyó en su carreraSirvan estos testimonios como homenaje a un gran científico, que destacó por su búsqueda del conocimiento de forma metódica y por su talante educado, un “caballero de la ciencia”. Descanse en paz. 
Juan Modolell en el Workshop “Neural prepatterning and specification” de
la Fundación Juan March, 2001. Archivo fotográfico de la Fundación Juan
March.

Sonsoles Campuzano, Centro de Biología Molecular Severo Ochoa, Madrid. 
Hizo la tesis con él y luego ha sido su colaboradora a lo largo de toda su carrera. 
    Juan Modolell fue mi director de Tesis, que versó sobre diversos aspectos de la biosíntesis de proteínas en E. coli y defendí en 1980. Por aquellos días, Juan, que ya tenía 43 años y un gran prestigio en el campo de la biosíntesis de proteínas, decidió arriesgarse y dar un giro a su investigación para ponerse a trabajar en un tema muy novedoso sugerido por Antonio García-Bellido, el clonaje y caracterización molecular de genes implicados en la formación del patrón de órganos sensoriales en Drosophila melanogaster. Este proyecto suponía un gran desafío técnico en los años 80 y más aún en España. Por eso cuando Juan me preguntó si me interesaba participar en el mismo, le contesté afirmativamente, sin dudarlo. Nunca me arrepentí de esta decisión. Han sido más de 30 años compartiendo el lab, trabajado juntos o llevando cada uno líneas de investigación independientes, llenos de buenos momentos. En el curso 1980-1981 Juan se fue al laboratorio de Mat Meselson en Harvard Medical School (Boston) para intentar clonar el complejo génico achaete-scute (AS-C) usando aproximaciones genéticas y las técnicas más novedosas de Biología Molecular. Mientras, en Madrid, nosotras intentábamos clonar el gen hairy, otro gen implicado en el desarrollo de los órganos sensoriales. (Digo “nosotras” porque al principio sólo había mujeres en el lab de Juan, Mar Ruiz-Gómez, Laura Carramolino, Carmen Guerrero y yo, además de la excelente ayudante de investigación Pilar Ochoa). Juan nos tomó la delantera ya que volvió con un primer fragmento clonado del complejo achaete-scute y nos volcamos todos en su análisis genético y molecular, haciendo uso de todo el arsenal de técnicas de Biología Molecular disponible. El trabajo era estimulante y el ambiente en el lab fantástico, con Juan a la cabeza, llevando a cabo personalmente muchos experimentos y dirigiendo el trabajo pero proporcionándonos mucha libertad de actuación, y finalmente llegamos a clonar todo el AS-C, identificando las zonas transcritas y mapeando en el mismo numerosas mutaciones achaete y scute. El grupo de estudiantes siguió creciendo y también se incorporaron al lab numerosos científicos de otros grupos que querían aprender técnicas de Biología Molecular. 
    Juan era muy generoso y siempre estuvo dispuesto a acogerlos y a compartir con ellos todos nuestros recursos. Juan era una gran persona y un científico sin parangón, riguroso, imaginativo, osado, con gran dedicación al trabajo y una envidiable capacidad a la hora de escribir los artículos de hacerlo de modo conciso y preciso, pero dando al lector toda la información necesaria para poder repetir los experimentos, como le había recomendado su mentor Bernard Davis. 
    Juan creó una escuela de investigadores que hemos seguido siendo amigos de Juan y entre nosotros. La verdadera prioridad de Juan era su familia, Rosa María, sus tres hijas y más tarde los nietos, pero me consta que los que habíamos trabajado con él formábamos su segunda familia. Tengo que dar las gracias a Juan y a Rosa María por las divertidas cenas que organizaban en su casa aprovechando la vuelta a casa por Navidad de los que estaban fuera de España (Foto de una cena en casa de Juan en 2007). Cuando se jubiló en el año 2007 tuvimos el honor de que permaneciera vinculado al CBMSO y de que siguiera ayudándonos a todos. Por último, quiero señalar que Juan tenía otras muchas inquietudes además de la investigación, la entomología, la fotografía y la astronomía, de las que nos hacía partícipes. Recuerdo que una vez trajo un par de telescopios de su casa, los colocó en la azotea del antiguo CBM para ver el tránsito de Venus. Gracias por todo, Juan. Nunca te olvidaremos.
Sonsoles Campuzano y Juan Modolell en una cena en casa de Juan el 4 de enero de 2007 
(cena de Navidad que se celebraba todos los años). Cortesía de S. Campuzano


Laura Carramolino, Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares, Madrid. 
Hizo la tesis con él. 
    Yo fui su primera mosca, como yo suelo decir. Para mi supuso la apertura a la investigación y compartimos muchos momentos bonitos. Lo recuerdo serio y muy meticuloso, pero no distante. Para ambos las cosas eran todas nuevas y cuando algo salía nos sorprendía. Hicimos empaquetamientos in vitro y cuando vimos que tras añadir DNA aparecían halos de los bacteriófagos, me llamó bruja por conseguir “vida” de la nada. En esa época lo hacíamos todo a mano, nada de kits, y lo que ahora son métodos rutinarios entonces nos suponía ir superando retos. 

Ricardo Villares, Centro Nacional de Biotecnología, Madrid. 
Estudiante de doctorado en su laboratorio. 
    Joan era una persona con un sentido muy grande de la responsabilidad, la coherencia y la ética. Ordenado y metódico hasta el extremo. 
    Después de formarse en Harvard, volvió a España en los años 70, y tras una carrera exitosa se independiza en 1980 y continúa su estudio de ribosomas y sus interacciones con antibióticos. Pero tarda poco en buscar otros retos científicos y se planta delante del profesor Antonio García-Bellido para pedirle un tema de trabajo en el campo de la Genética Molecular, entonces una ciencia incipiente. 
    Eso es, prácticamente, un salto en el vacío para un “ribosomólogo". Arriesgado, como mínimo. 
— ¿Un tema fácil o difícil? 
— Ya que estamos, mejor difícil. 
— El complejo achaete-scute, entonces. 
    Según dónde lo mutes, se ven afectados distintas macro y microquetas del tórax del adulto de Drosophila o incluso puedes crear un letal embrionario. No se sabe ni cuántos genes o unidades de transcripción distintas contiene, ni su tamaño y límites precisos, ni nada sobre su regulación. 
    Y Joan hizo la maleta, se volvió a Harvard, ahora con Mat Meselson y Welcome Bender para aprender media docena de cosas “básicas” como el “chromosome walking" (aprovechando para publicar un PNAS en 1983), volvió al IBM, adaptó el laboratorio (personal incluido), embaucó a un par de doctorandas, y en 1985 y 1986 estaba publicando sendos artículos en Cell que determinaron el resto de su carrera y la de tantos de nosotros. 
    Me contó que antes de su carrera investigadora ejerció un tiempo de químico en la belga Solvay y se fue a Harvard siguiendo a una chica, para terminar sin chica y trabajando en el laboratorio de Bernard Davis. Dijo que acabó siendo investigador, pero lo mismo podía haber acabado de químico industrial o de ingeniero; y que lo habría hecho bien. Y eso último es seguro.

Pilar Cubas, Centro Nacional de Biotecnología, Madrid. 
Hizo la tesis con él y con Sonsoles Campuzano. 
    Juan fue una persona muy especial y siempre será inolvidable, como mentor y como amigo. Para mí un ejemplo de vocación científica, de valentía al atreverse a cambiar de tema de estudio en mitad de una carrera exitosa, de curiosidad por todo (la genética, la astronomía, las mariposas, la naturaleza, el chocolate, la fotografía...) 
    Juan era riguroso, preciso, impecable. Nos enseñó a cuidar el fondo y la forma de los trabajos, a no precipitarnos con las primeras ideas, a pensar un poco más allá, a encontrar cosas que no eran tan obvias. Nos enseñó a respetar la comunicación científica, a dar importancia a la escritura de un artículo, a destilar los textos hasta que no faltara (pero tampoco sobrara) ni una coma. A sus estudiantes siempre nos trató como si fuéramos de su familia. Mantuvo el contacto con nosotros cuando ya habíamos dejado el laboratorio, se interesaba por nuestras trayectorias, se alegraba de nuestros triunfos, estaba orgullosísimo de nosotros… Era como un segundo padre. 
    Tengo muchos recuerdos entrañables de Juan… las cenas informales de navidad en su casa donde picábamos algo y bebíamos cava. Las cariñosas cartas (con una foto de una mariposa) que nos mandaba todos los años por navidad. Los pases de diapositivas de sus viajes a Sudamérica, su colección de mariposas, sus cámaras de fotos y sus objetivos… Conmigo hablaba mucho de fotografía. Sabía que era aficionada y me hablaba de su cámara más reciente, el por qué era mejor o peor que otras, para qué propósitos…Juan es una persona de las que dejan huella por su calidad humana. Cuando te unías a su laboratorio pasabas a formar parte de la gran familia que fue creando a su alrededor. Lo echaremos de menos enormemente.

Pilar Cubas, Juan Modolell, Isabel Rodriguez, Sonsoles Campuzano, Joaquim Culí, Mar Ruiz-Gómez y
Florencia Cavodeassi, celebrando el 80 cumpleaños de Juan. Cortesía de Pilar Cubas

María Domínguez, Instituto de Neurociencias, Alicante. 
Hizo la tesis en su laboratorio. 
     Juan era un hombre tranquilo que transmitía la ciencia sin estridencias, pero de una forma amena que atraía la curiosidad y la confianza. Conocí a Juan porque dio una charla en la Universidad de Sevilla cuando yo estaba en el último año de Biología. Tras terminar la carrera, me trasladé a Madrid para iniciar un doctorado en su laboratorio bajo la dirección de Sonsoles Campuzano. 
    El cáncer de estómago de Juan fue un impacto devastador para todo el laboratorio. Representó un cambio significativo en la dinámica del laboratorio y en la relación de Juan con nosotros. Juan se hizo más cercano a nosotros, y aunque seguía animándonos a trabajar duro, también estaba decidido a que disfrutáramos haciéndolo. A menudo, Juan se quedaba hasta tarde con nosotros, hablando de ciencia y otros temas que nos apasionaban mientras trabajábamos. Recuerdo que, después de su enfermedad, Juan autorizó a todos los que solicitamos un curso en Creta y además insistió en que pasáramos unos días más en Grecia para hacer turismo. Ese congreso en Grecia fue uno de los más memorables, especialmente porque lo compartí con José Luis Gómez-Skarmeta, quien desafortunadamente nos dejó prematuramente hace dos años. 
    Juan fue un gran científico y una gran persona, siempre elegante incluso con sus competidores. Fue mi mentor principal y la primera persona a la que llamaba cuando tenía un problema o un éxito profesional o en el laboratorio que compartir. Juan siempre se interesaba y se alegraba por los logros de sus antiguos alumnos, y siempre estaba dispuesto a ayudar y asesorar en todos los aspectos. Juan fomentaba esa conexión organizando reuniones todos los años por Navidad en su casa en Mirasierra y asistiendo a las reuniones de la comunidad de Drosophila en Begur. Han pasado casi treinta años desde que dejé su laboratorio, pero aún buscaría su consejo y charlaría con él sobre ciencia y otros temas si no se hubiera ido. Hemos perdido a uno de los principales referentes científicos de España y del mundo, pero su trabajo y legado perdurarán. 
María Domínguez, Florencia Cavodeassi, Juan Modolell, su
mujer Rosa y José Luis Gómez-Skarmeta en una celebración
en el CBM ca. 1987-88. Cortesía de María Domínguez

Juan Modolell, María Domínguez, Sonsoles Campuzano, Mar Ruiz-Gómez, Pilar
Cubas e Isabel Rodríguez, en una celebración en octubre de 2014. Cortesía de
María Domínguez
Sol Sotillos, Centro Andaluz de Biología del Desarrollo, Sevilla. 
Hizo la tesis en su laboratorio. 
    A nivel personal, echando la vista atrás, no recuerdo un solo momento en que haya visto a Juan de mal humor. Siempre te recibía con una sonrisa y te ayudaba en todo lo que podía. Yo no trabajaba directamente con él y aún así siempre fue un apoyo. A nivel científico creo que sus aportaciones junto con los premios y menciones recibidos durante su carrera profesional hablan por sí solos de la excelencia investigadora de Juan. Juan era una persona sumamente activa tanto profesional como personalmente, lo cual siempre me ha resultado envidiable. Su fallecimiento supone una gran pérdida para la ciencia, en general y para la Biología del Desarrollo en particular, pero también para la sociedad que, desde mi punto de vista, necesita más personas como él. 
De pie: Ruth Díez del Corral, Pilar Aroca, Encarna Madueño, Rosa María Aguilar, Beatriz de Pablos, Jose Luis Gómez-Skarmeta, Juan Modolell, Elisa de la Calle, Dolors Ferrés, Sonsoles Campuzano, Joaquim Culí. Sentadas: Sol Sotillos, María Jesús García, Isabel Rodríguez, Florencia Cavodeassi. Cena del laboratorio en 1996.
Cortesía de Sol Sotillos
Joaquim Culí, Centro de Biología Molecular, Madrid. 
Hizo la tesis con él. 
    Me han pedido que escriba unas pocas palabras con mis recuerdos de Juan. Tengo claro lo que deseo destacar. Juan fue mi mentor. El perfecto mentor. En su laboratorio se investigaban problemas científicos excitantes y con tecnología de vanguardia, un sueño para cualquier estudiante primerizo. Por ejemplo, a mí me tocó averiguar cómo se selecciona un precursor neural de entre un grupito de células aparentemente indistinguibles mediante el mecanismo llamado de inhibición lateral. En su laboratorio había suficientes recursos de manera que nunca limitaron qué experimento hacer o a qué congreso ir, y aliviaron esa ansiedad de ver como se acerca el fin de tu contrato (o beca en esos tiempos). En su laboratorio había un ambiente estimulante y agradable que hacía que trabajar fuera un placer. Y lo más importante, Juan tenía la generosidad de darte libertad. Libertad para equivocarte aunque eso hiciera perder tiempo, pero también libertad para acertar. Y ya con el paso de los años, Juan siempre siguió ahí, con ese consejo acertado, ese empujoncito en el momento adecuado que hace dar un giro a tu carrera. Si esta experiencia propia la multiplicamos por la veintena larga de colegas que tuvimos la suerte de trabajar con él a lo largo de los años, el resultado es lo que creo se llama un gran científico. Juan fue un gran científico, el fruto de un equilibrio de cualidades difícil de lograr. 
    Me pidieron también una fotografía relacionada con Juan. La fotografía que primero me viene a la cabeza es la de una mariposa, una Polyommatus icarus que Juan tomó hace tres años en el campus de la UAM. Es una fotografía de composición impecable, en la que se pueden distinguir con nitidez cada una de las escamas de la mariposa, todas perfectas. Eso me lleva a hablar de otra faceta de Juan. El Juan entusiasta y perfeccionista amante de las mariposas y de las fotos de mariposas. De la astronomía y de las fotos de cometas y galaxias. De los viajes y de las fotos de viajes. Cada foto con una historia interesante detrás, tan interesantes como las historias que nos contó en sus numerosos artículos científicos. Gracias Juan.

Polyommatus icarus, fotografía tomada por Juan Modolell en el campus de la UAM. 
Cortesía de Joaquim Culí 

Ruth Díez del Corral, Champalimaud Foundation, Lisboa. 
Hizo la tesis con él. 
    Estuve en el laboratorio de Juan los últimos años de la carrera y durante el doctorado (1990 a 1998) y lo recuerdo con mucho cariño. Fue mi primer contacto con la investigación, con mucha actividad en el laboratorio y estimulante. 
    Mi primer contacto con Juan fue como estudiante de química buscando un laboratorio para empezar en el mundo de la genética molecular. Yo no sabía nada de la biología del desarrollo y menos de moscas, pero recuerdo que aquella primera entrevista me dejó muy intrigada. Juan no paraba de hablarme de patrones, patrones y patrones y confieso que, para mí, los patrones tenían que ver con la costura. Después, entendí que se refería a patrones de expresión génica. Desde ese momento, me transmitió su pasión por entender la regulación génica en el espacio y el tiempo.
    Recuerdo su meticulosidad y ganas de hacer las cosas bien, sus maneras suaves y la paciencia cuando yo metía la pata, unas cuantas veces. Juan tenía sus horas de más actividad por la tarde, a veces muy tarde, eran los momentos de tertulia con unos y otros hablando de ciencia y de todo un poco.
    Recuerdo el “pa amb tomàquet” que se preparaba con gran ceremonia todos los días a la misma hora y que tenía una pinta estupenda. Recuerdo las sesiones de diapos (de las de “verdad”) sobre sus viajes a Chile, las celebraciones de los progresos del laboratorio y otros acontecimientos, recuerdo la sensación de formar parte de una segunda "familia", que él se esforzaba en cuidar.

Luis María Escudero, Instituto de Biomedicina de Sevilla IBIS, Sevilla. 
Hizo la tesis con él.
    Conocí a Juan hace 25 años, él tenía 60 y yo 22. Vino a Sevilla a buscar una persona que quisiera hacer la tesis en su laboratorio. Me convenció de las bondades de la mosca, de nuestra Drosophila. Podría decir que los seis años que estuve en su laboratorio fueron maravillosos y que siempre estuve de acuerdo en todo con él. Pero eso no sería verdad. Y Juan, mi mentor y mi amigo, se merece la verdad.
    Empiezo por el final. Soy tremendamente feliz por haber conocido a Juan y saber que me quería mucho y me valoraba mucho como persona y como científico. Y lo sé porque me lo dijo muchas veces a lo largo de nuestra relación de amistad que se forjó cuando salí de su “nido”. Yo le intentaba corresponder dándole las gracias por todo lo que me enseñó y diciéndole que le tenía siempre en cuenta a la hora de gestionar el trabajo de un grupo de personas en el laboratorio. 
    Y es que, con el tiempo, he aprendido a valorar todo lo que Juan hacía por nosotros y nos transmitía… y que yo no era capaz de ver siempre. Su exigencia en la meticulosidad y reproducibilidad. Su excelencia en la obtención, manejo y procesamiento de las imágenes para documentar los resultados (gracias eternas por enseñarme a usar el Photoshop). Juan no era perfecto, ¿quién lo es?, pero siempre me trató de forma excelente, nunca me presionó, me apoyó en mis decisiones y se “partió la cara” para defender mi trabajo y publicarlo bien.
    Y quiero terminar con una lista de buenos recuerdos que siempre tendré de Juan. Cuando hice un Northern y me enseñó sus viejos libros de protocolos. El brillo de sus ojos ese día. Cuando se sentó a mi lado y me enseñó a hacer fotos de moscas en el microscopio. Cuando me hizo probar el mejor jamón que he comido en mi vida. Cuando nos abrazamos muy fuerte en Begur. Cuando hablábamos por teléfono y me contaba cosas de su familia, su queridísima familia, o los detalles de cómo realizó la foto de la cotorra… Gracias por todo, amigo.

Joaquín de Navascués, University of Essex,UK 
Hizo la tesis con él.
    De Juan habría muchas cosas que destacar. Como persona, era un ‘caballero’ - siempre templado, siempre tranquilo, siempre educadísimo y respetuoso. Era un supervisor exigente pero amable. Lo más duro que le oí decir fue ”estas fotografías no son aceptables en mi laboratorio” (para luego continuar con una demostración de cómo hacerlas). En cambio, siempre tenía una palabra de apoyo y de ánimo. No recuerdo una reunión con él en la que no terminara diciendo “estás haciendo un trabajo fantástico”. Era un gusto pasar tiempo con él, y hablar con él de cualquier cosa.
    Como científico, yo destacaría dos cosas: calidad y valentía. Calidad, porque nunca se interesó por enviar un paper que no estuviera “terminado”, y sus estándares de trabajo eran muy altos, y jamás sobre interpretó un experimento ni se creyó nada sin suficientes réplicas ni consistencia en los datos experimentales.
    Valentía, porque cambió de campo cuando su carrera estaba completamente establecida, y se tomó el trabajo de re-entrenarse como biólogo molecular después de más de quince años como bioquímico. Y le salió estupendamente. Aún recuerdo cuando me entrevistó para hacer la tesis en su laboratorio, y me explicó pacientemente lo que habían conseguido con el AS-C y lo que intentaban hacer a continuación, y cómo él había dejado los ribosomas para centrarse en esto a los 40 años… y terminó diciendo “y si no fuera porque ya tengo 62 años, ya estaría pensando en cambiar otra vez”.
Juan Modolell en 2008, cortesía de Fernando Casares.

Vídeo-entrevista a Juan Modolell por parte de Esmeralda Parra-Peralbo. Esmeralda hizo la tesis con Joaquim Culí)

Enlaces de interés

Entrevista en El País 01/04/2007 (“Juan Modolell: un sabio entre moscas y mariposas”, por Malen Aznarez Torralvo)


Video del Seminario de Juan Modolell en el CBM, 14/04/2015. "De la Bioquímica a la Biología del Desarrollo, pasando por la Microbiología"

Archivo fotográfico Fundación Juan March







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